Había una vez una científica muy curiosa que se planteó un problema hasta entonces irresoluble, recuperar una especie extinta. La especie elegida fue el dientes de sable debido a su gran interesa científico como animal carnívoro de la era del Hielo. Pero entonces recibió una inesperada visita de un antiguo compañero que le propuso un experimento aun más ambicioso, devolver a la vida a Juan Sebastián Elcano el gran explorador español. Para ello, tenía que ir a Getaria, su pueblo natal. Ella aceptó. Y de camino se dio cuenta que lo importante que se había vuelto el experimento, pues suponía un gran paso en la historia de su Vida, ya que nunca había hecho trabajo de resucitadora humana. Pero temía no saber desempeñar semejante reto científico e histórico y temía las consecuencias que este tipo de experimento podría causar. Sin embargo estaba decidida y entusiasmada con la sola idea de ser la primera en lograr averiguar el secreto de la resurrección humana y entendía que si tenía éxito surgirían grandes dudas éticas. Al llegar a Getaria, inició los primeros pasos de su investigación dirigiéndose a la parroquia de El Salvador y estudiando atentamente la sepultura del explorador. Las inscripciones en latín de la lapida adyacente resultaban ilegibles por lo que llamó a un limpiador de lápidas amigo. Mientras el limpiador limpiaba, leyó las esbeltas letras:
- SGAE: Siempre Gobernamos Antiguas Embarcaciones.
Los interrogantes se multiplicaron en un abrir y cerrar de ojos pero no quiso dejar que su experiencia como compositora le nublara su capacidad. Apuntó esas misteriosas palabras y pensó su significado.
La siguiente línea de la lápida revelaba: C.A.N.O.N. (Conquistadores Americanos Nunca Ocuparon Nada)
¿Que podía significar?
De pronto comprendió todo:
Se trataba de una mentira fabulosa que nadie había intuido jamás. Lo único que podía hacer era recurrir a la imaginación. Pero había que concentrarse en su pasado para poder echar una canita al aire.
Exhumó el cadáver y con gran cuidado cogió el cráneo del navegante.
En las cuencas había dos misteriosos e inquietantes ojos de cristal, que titilaban cual lejanas estrellas. Aquello la descolocó totalmente. Pero lo que más le impactó fue el tercer ojo situado tras el hueso frontal, incrustado tapando un pequeño microchip que revelaba lo que en realidad acababa de convertirse en el mayor fraude de la Historia:
J.S. Elcano era mujer. Pero nunca lo supo.
De repente sintió algo, era un monje vestido con una túnica de rayas; ¡era Iker Jiménez! ¿disfrazado? Sorprendido y a la vez con un aire temeroso se acercó a ella:
-"¿Estudias o trabajas guapa?"
- "Oiga", se indignó ella.
A lo cual él, respondió sin dudar:
- ¿Qué hace una chica como tú por aquí?
¡Previsible respuesta! Pensó asqueada por su actitud. Fijándose en su rostro se advinaba una especie de cicatriz, seguramente producida por Edwin Aldrin cansado ya de tanta mala ciencia en lugar de continuar su investigación conjunta sobre la manera de hacer el amor a un erizo. Entre las pasiones de conseguir el Uranio e ir a por el Plutonio encontró diversión, pero no fue hasta que probó la zoofilia cuando se dio cuenta de que su auténtica vocación era ser chapero de animales en peligro de extinción. Súbitamente recordó que Íker no podía ser el que tenía delante suyo, puesto que Iker se había cambiado de sexo para convertirse en Carmen de Mairena, así que con quien hablaba debía mantener la calma, sin despertar sospechas, hasta descubrir quien era.
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