Greguerías y pingüinos

La entrada sobre el premio Ig®Nobel de Dinámica de fluidos (sí, sí, el de los cálculos de presión en el interior de un pingüino cuando se pone a, ejem, ir al baño) me hizo recordar hace tiempo una greguería del genial Ramón:

Pingüino es una palabra atacada por las moscas.

Ramón Gómez de la Serna, Greguerías.

Y ya que salió la primera, debo recomendar a los lectores que no conozcan al genial Ramón la lectura completa de sus graguerías. Las greguerías son metáforas, son símiles, son evocaciones de parecidos sorprendentes en la naturaleza. Muchas tienen carácter humorístico, otras son simplemente bellas. El propio Ramón las definía con una ecuación (¡Eso ayuda a que nos caiga tan bien!):

Metáfora + humor = Greguería

Les pongo aquí una selección, pero hay libros completos de ellas. Imprescindible

El agua se suelta el pelo en las cascadas.
Los tornillos son clavos peinados con la raya al medio.
La P es una señora pechugona.
La B es una P embarazada.
La F es el grifo del abecedario.
La W es la M haciendo la plancha.
La X es la silla de tijera del alfabeto.
La sandalia es el bozal de los pies.
El sostén es el antifaz de los senos.
El trueno es un baúl que cae por las escaleras del cielo.
El violín colgado parece un pollo asado.
El león tiene en la punta de la cola la brocha de afeitar.
La morcilla es un chorizo lúgubre.
Los ríos no saben su nombre.
Los haikai son telegramas poéticos.
Carterista: caballero de la mano en el pecho… de otro.
El cometa es una estrella a la que se le ha deshecho el moño.
El arcoiris es la cinta que se pone la naturaleza después de haberse lavado la cabeza.
Las flores que no huelen son flores mudas.
Al calvo le sirve el peine para hacerse cosquillas paralelas.
El primer sonajero y el hisopo final se parecen demasiado.
Lo más maravilloso de la espiga es lo bien hecha que tiene la trenza.
El musgo es el peluquín de las piedras.
El tapón del champán es como una bala fracasada.
En el papel de lija está el mapa del desierto.
Entre los carriles de la vía del tren crecen las flores suicidas.
El apuntador es el eco antes que la palabra.
No hay nada que enfríe más las manos que el saber que nos hemos olvidado los guantes.
En la noche helada cicatrizan todos los charcos.
El gong es un platillo viudo.
Después de comer alcachofas el agua tiene un sabor azul.
En los hilos del telégrafo quedan, cuando llueve, unas lágrimas que ponen tristes los telegramas.
Las estrellas telegrafían temblores.
El camello lleva a cuestas el horizonte y su montañita.
Las croquetas debían tener hueso, para que pudiésemos llevar la cuenta de las que comemos.
Hay un momento en que el astrónomo, debajo del gran telescopio, se convierte en microbio del microscopio de la luna que se asoma a observarle.
Lo único que comen las puertas son esas nueces que las damos a partir.
Las gaviotas nacieron de los pañuelos que dicen ¡adiós! en los puertos.
Es conmovedor en las óperas ver que cuando lloriquea la que canta todo el coro la consuela.
–Tráigame una botella de agua con agujeritos.
–¡Ah! –dijo el mozo–. Ya sé… De esa agua con calambre que sabe a pie dormido.
Lo más difícil de digerir en un banquete es la pata de la mesa que nos ha tocado en suerte.
Hay tanta gente alrededor de la jaula de los monos que parece que dan conferencias.

7 comentarios en «Greguerías y pingüinos»

  1. ¡Qué bonitas! Conocía algunas sobre las letras, pero el resto de las metáforas me ha encantado… siempre leo estas cosas con una media sonrisa de admiración y se me queda una cara de idiota… 😛
    Pero es fantástico 🙂

  2. CPI hace que descubra cosas que no sabía que no sabía.

    De nuevo me habéis despertado el apetito de bucear en la red en busca de más información. Greguerías, ¿eh? Muy bien… esta noche se que me acostaré tarde. Shikata ga nai!

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