Patentes imposibles

Las patentes son un invento del siglo XVII, que pretendía impulsar el desarrollo de la ciencia. Así, si alguien tenía una idea estupenda, el Estado le daba el derecho sobre los posibles beneficios económicos que esa idea pudiera generar, siempre que al cabo de cierto tiempo el conocimiento generado revirtiera en el bien común (o sea, que al cabo de 20 años la patente dejara de ser válida y todo quisque se pudiera apuntar a esa tecnología sin pagar ya al inventor). Las patentes, no vamos a negarlo, son necesarias. Un ejemplo claro de esta necesidad de las patentes serias lo hallamos en el pobre Charles Goodyear, inventor del proceso de vulcanización del caucho, del cual deriva toda la industria del neumático y derivados (que mueve poco dinero y tal). El procedimiento para endurecer el caucho era bastante sencillo, y a Goodyear se lo copiaron enseguida. Murió pobre a pesar de haber descubierto/inventado un proceso que realmente mejoró la industria del automóvil.

Lo que ocurre es que, últimamente, hay demasiadas noticias sobre patentes estúpidas. Microsoft patentando el doble clic, sin ir más lejos. Hay una cosa que debe quedar muy clara a cualquier lector lego en materia de patentes: sólo se puede patentar aquello que suponga una innovación. Y en el s. XXI el doble clic me parece que ya está un poco asimilado. Por ese motivo, los revisores o analistas de patentes deben hacer una búsqueda detallada del estado de la cuestión (el llamado en inglés state of the art) para ver si lo que se está patentando existe, antes de dar o no la patente. La oficina de patentes norteamericana deja bastante que desear al respecto. Hay patentes concedidas sobre procesos, materiales o artilugios que jamás deberían haberse concedido. Por no hablar de las patentes de software. Citando un artículo, cuya lectura recomiendo, de Baquía:

Para explicar esto con suficiente claridad hay que ponerse en el lugar del programador y crear en un lenguaje imaginario un programa para hallar porcentajes, al que llamaremos Descuentix:

comienza el programa Descuentix
- pregunta cantidad
- pregunta porcentaje
- escribe cantidad/100*porcentaje
termina el programa

Este programa se graba en un CD y se vende para su instalación. Ahora bien, la compañía que vende Descuentix registra el código, con lo que dispone de los derechos del programa completo, y además patenta la fórmula del porcentaje: cantidad/100*porcentaje.

Si se trasladara al mundo editorial, sería como exigir derechos, no sólo por una novela, sino por el uso de la metáfora como figura literaria. ¿Es eso posible?

Así están las cosas. Las patentes de software son un invento muy peligroso. MUY peligroso. Hay empresas norteamericanas que ya están dedicándose a demandar a las demás con la patente recién concedida aún calentita en la maleta de su abogado. Una empresa demandó a, creo, Apple, porque tenía una patente sobre “cualquier sistema que permita ver un video en Internet”. ¿Pero cómo se puede conceder una patente así?

Para finalizar, estimados lectores (sí: ya hay dos: lo sé de buena tinta), dejo una patente (en inglés, sorry) australiana sobre un invento que, a lo mejor, les suena: A disfrutarla. Juro que lo que pone la patente es verídico. Y ojo a las ilustraciones. Juro que no me la he inventado. Según últimas noticias, el autor niega haber intentado patentar la rotación de cultivos o el fuego, además de lo que SÍ ha patentado aquí.

4 comentarios en «Patentes imposibles»

  1. Pues sí, el tío avispado patentó la rueda. Lo peor no es que él lo intente, sino que la Oficina de Patentes se lo conceda. De todos modos, en una búsqueda posterior, acabo de comprobar que la patente esrá en suspenso. Algo de sentido común nunca viene mal…

Los comentarios están cerrados.